martes, 10 de noviembre de 2009

Alejandro, Una Vida Alrededor De La Música

Alejandro, hijo único de una familia muy pobre de la ciudad de Bogotá, desde que tuvo uso de razón supo que su vida iba a girar en torno a la música. Desde que era muy joven, todo el tiempo se la pasaba cantando y haciendo sonidos tanto con la boca, como con las manos y pies.

Al no tener los recursos para poder acceder a una formación profesional en la música, decidió empezar por su cuenta, leyendo y aprovechando cualquier oportunidad en la que tuviera algún instrumento cerca para familiarizándose con él, así no sonara nada agradable para quien estaba con él.

Cuando tenía 16 años, una calurosa tarde de agosto iba caminando por una calle del barrio La Candelaria, en su ciudad natal y de pronto divisó a lo lejos lo que parecía ser una guitarra acústica. Sin siquiera pensarlo empezó a correr desesperadamente hacia ella. Cuando llego a ella, se dio cuenta que no tenia cuerdas y en que estaba rota por uno de sus lados. Fue un momento de muchos sentimientos, por fin encontraba un instrumento que podría quedarse, pero al mismo tiempo la tristeza de ver el estado en que estaba y que iba a ser muy difícil arreglarla.

Luego de un rato sentado en el andén observándola y de alguna forma consintiéndola, decide llevársela para su casa con la clara idea de arreglarla y en algún momento poder llegar a tocarla.

Con la dedicación de un experto, pero con más pasión que técnica, empieza a arreglarla. Primero se dio a la tarea de conseguir las cuerdas. A las personas que se encontraba en la calle y veía que consigo llevaban una guitarra les preguntaba con la mayor humildad sobre la Tierra “¿de casualidad no tiene una cuerda que le sobre para mi guitarra?” a lo cual el otro joven respondió “sí, tengo de casualidad una 2 que me regalaron y no la necesito. ¿Tu tocas?” a lo cual Alejandro respondió que sí, pero que no tenía casi practica y hasta ahora había conseguido una guitarra y estaba arreglándola.

Antes de despedirse, Nicolás le ofreció un juego de cada cuerda que Alejandro necesitaba y además mencionó que le podía ayudar a arreglar su guitarra. Éste solo pudo abrazarlo y agradecerle con lágrimas en los ojos el regalo tan grande que estaba recibiendo.

Al llegar a la casa donde Alejandro vivía, Nicolás se asusto, pero viendo la ingenuidad y real nobleza de su nuevo amigo decidió entrar y ver qué era lo que pasaba con la guitarra. Al momento en que la tuvo en sus manos, supo que el deterioro que ésta tenía era grave y que su arreglo podría no llegar a ser posible. Le ayudo con todo lo que pudo y le enseño unos cuantos acordes y como debían tocarse.

Nicolás ya cansado después de haber estado trabajando en el arreglo, le dice que ya tiene que irse para su casa y Alejandro vuelve a darle un abrazo que dura unos cuantos minutos y vuelve a agradecerle. Desde ese momento, eran pocos los momentos en que soltaba su guitarra.

Pasa el tiempo y Alejandro aprende a tocarla, no lo hace nada mal, pero siente que no está logrando lo que desde pequeño quería y sentía que iba a hacer. Pero para ese momento tenía un almacén para arreglo de instrumentos, no solo guitarras acústicas, como la primera que tuvo, sino de eléctricas, bajos y hasta pianos.

Para este día, en que ya tiene una oficina donde hace estos arreglos y es una de las más visitadas de la ciudad tiene 35 años y Nicolás quien le había regalado su primer juego de cuerdas y el arreglo de la guitarra es uno de sus clientes fijos.

Alejandro, sin haber caído en cuenta al pensar que no sentía que estaba logrando lo que desde pequeño quería, lo logró, porque su vida entera gira alrededor de la música y gracias a esta es que vive. No pudo llegar a ser el gran músico que soñó de chico, pero si uno de los mejores técnicos de la ciudad.

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